“NUDOS PARLANTES”
El nudo gordiano de la Antigüedad es materia de leyenda, de mito o de parábola, o quizás de las tres entretejidas. Se dice que a las puertas de Gordio, ciudad del reino de Frigia, situado en la Anatolia central, alguien ató un carro de bueyes a un poste con un nudo imposible de deshacer. El nudo iba acompañado de la profecía formulada por un sabio local: aquel que fuera capaz de desasirlo se convertiría en el rey de Asia. El reto sedujo a muchos, pero el nudo había sido amarrado con tal tenacidad que así siguió -es decir, atado- hasta la llegada de Alejandro Magno en el año 333 a. C., quien resolvió el problema según su costumbre: con su espada, cortándolo de un solo golpe. En la historia, propagada por los biógrafos hagiográficos de Alejandro Magno, caben varias lecturas, entre las que destaca la que desemboca en una moraleja filosófica: ciertos problemas no pueden solucionarse siguiendo las pautas marcadas, los parámetros inherentes a ellos. O por decirlo de otra manera: en ocasiones, los problemas complejos demandan soluciones simples. Las implicaciones trascienden la biografía política. Un nudo no es solo un nudo: de alguna manera, un nudo es algo similar a un estado, a una existencia, que trasciende el material con el que se ha fabricado. De ahí el estudio matemático y topológico de los nudos qua nudos, de su atadura y su desatadura. De ahí la actual investigación de la física teorética que postula la posibilidad de que toda materia consista fundamentalmente en bucles espacio-temporales atados y enrollados. De ahí la convergencia de las matemáticas y la biología en el estudio de las cadenas y espirales de ADN, y en cómo sus estructuras -sus ataduras- forman las estructuras de la propia vida. Es de sobra conocido que culturas antiguas de todo el mundo han dotado a los nudos de los significados más profundos, es el caso de los denominados “nudos parlantes” o Quipu en Sudamérica: nudos asidos de forma intrincada con una estética exquisita que hacían las veces de un sistema de escritura semiográfica que hoy es totalmente descifrable y hasta podemos denominar de meramente “decorativo”. De hecho, fue Robert Graves quien postuló que el verdadero (aunque velado) significado del nudo gordiano no era político –el dominio de Asia– sino religioso: “El secreto del nudo gordiano parece haber sido religioso, puede que el inefable nombre de Dionisio, una clave en un nudo atado a una correa de cuero”. En otras palabras, el nudo contenía una palabra –un nombre– que no debía divulgarse por temor a que perdiera su poder. Desatar el nudo sería equivalente a revelar el “nombre inefable”. Un nudo, desatado, desaparece; la cuerda se libera y recupera su condición de cuerda. Del mismo modo, el secreto, el nombre inefable, al ser pronunciado, debería liberarse y regresar a su condición de simple nombre. Un nudo, desatado, es como un nombre pronunciado, liberado de una garganta hacia el aire. Desaparece. Por tanto, un nudo puede considerarse poseedor de una especie de naturaleza tripartita –la cuerda, el nudo en sí mismo y la atadura del nudo-, una trinidad que está entrelazada, como una trenza, en el interior de todo nudo. Del mismo modo, las pinturas y esculturas de Monica Ridruejo que forman parte de la exposición EIKONOMA pueden verse como un intento de trenzar una trinidad de figuración, abstracción y alegoría – rizando el rizo–, para lo que la artista se sirve de un emblemático leitmotiv de nudos.
En lo referido a la figuración, los nudos (y por extensión la cuerda, las cadenas, las redes y similares materiales de sujeción) son el recurso que se repite con mayor frecuencia en las pinturas de EIKONOMA. En realidad, estas obras son pinturas marinas que se inscriben dentro de una tradición venerable y vigente –todavía perteneciente al ámbito de la figuración– e incluyen más contenido evasivo y literal, como el agua, el cielo, las ondas y la luz reflejada. Estas obras son indiscutiblemente figurativas pero, al mismo tiempo, en ellas se emplean una serie de técnicas que socavan su propia figuración para presentarse de tal forma que, hasta cierto punto, parecen abstractas; y ahí se encuentra el segundo componente que recorre EIKONOMA. Por ejemplo, el encuadre es tal que ciertas partes se convierten en el todo de una forma metonímica, describen la totalidad. El escorzo, extremo, incluso violento, da lugar a cambios de escala visual que son abruptos y que, en ocasiones, desorientan al espectador. Prevalece la asimetría, que trasciende las convenciones que incluso hoy subyacen en la representación visual occidental, y quizás incluso subyace la confluencia retiniana y neuronal que crea lo que conocemos como percepción. De nuevo, hasta cierto punto esto tiene que ver con la tradición de la pintura marina: uno solo necesita mirar la obra de artistas como J.M.W Turner o Winslow Homer para ver la abstracción y figuración conviviendo en la morada compartida de un único lienzo. Además, en las composiciones de Ridruejo (tanto bidimensionales como tridimensionales) las combinaciones de color son a menudo tan bruscas como el encuadre y el escorzo. En las pinturas, la luminosidad está revestida de opacidad. El óleo y el barniz –con frecuencia, extremo- describen superficies, agua y aire llenos de luz, pero en sí mismos se transforman en relucientes campos de color. Por otro lado, las esculturas yuxtaponen una arrebatadora transparencia dentro de los propios objetos con unas bases que muestran una superficie más severa y reflectante, mientras el recurso más ostensible –cuerda, cadenas y similares materiales de sujeción – es el análogo real más cercano a las estructuras cuasi- abstractas e independientes (que, además, están repletas de signos visuales de trenzado y entretejido).
Pero los nudos (así como las cuerdas, las cadenas y similares materiales de sujeción) también están cargados de significado; y ahí encontramos el tercer componente de EIKONOMA: la alegoría, que funde lo figurativo con lo abstracto. Los nudos significan rescate y seguridad (piénsese en el montañismo, donde los nudos son una materia de vida y muerte) y también pueden significar cautiverio y encarcelación. Pero los nudos también pueden representar la servidumbre en toda su panoplia de significados físicos, sensuales y sexuales; aquí, intensa y casi paradójicamente, los nudos (y similares materiales de sujeción) se transforman en emblemas de confianza. En EIKONOMA la figuración, la abstracción y la alegoría se entrelazan, pero todas ellas conservan intacta su autonomía. De ahí que el empeño de Ridruejo pueda compararse con el del célebre nudo borromeo, en el que los tres anillos están unidos de tal forma que no están conectados por pares, sino que todos ellos están unidos inextricablemente. Y si se retira alguno de los tres, toda la estructura colapsa. El psicoanalista y teórico de psicoanálisis Jacques Lacan encontró en el nudo borromeo una útil representación de su propia comprensión de la topología de la mente humana, según él, un lugar donde lo Simbólico, lo Imaginario y lo Real no solo coexisten, sino que son interdependientes: si se elimina cualquiera de las tres, la estructura colapsará. Lo mismo puede decirse de la obra de Monica Ridruejo en EIKONOMA.