ATADO CON NUDOS. EL ARTE DE MONICA RIDRUEJO

DONALD KUSPIT

A veces, Monica Ridruejo pinta sus cuerdas colocándolas sobre un manto oceánico de un azul luminoso, a veces las presenta como esculturas independientes, coloreadas de forma variada –normalmente amarillo dorado o naranja fosforescente, o, por el otro lado del espectro, azul oscuro o claro– pero desde un punto de vista puramente abstracto, son variaciones extravagantes de lo que Kandinsky llamaba “énfasis espontáneo en una curva libre”. Nos recuerdan que aún existe “poder expresivo y profundidad expresiva en las formas abstractas”, empleando las palabras del artista, a pesar de los argumentos de muchos teóricos que defienden que tras un siglo de desarrollo del arte abstracto, éste se ha, en cierta medida, depreciado. En el mejor de los casos, un ejercicio formal, en el peor, redundancia estéril. Como el arte de Ridruejo demuestra, aún es posible la libertad de la espontaneidad en la forma de una curva, es decir, una estructura geométrica. Se ha dicho que el arte permite un “margen de libertad” en la sociedad, siendo la espontaneidad la libertad y la geometría el margen. Ambos trascienden a la sociedad, la primera de manera relativa, la última de manera absoluta.

Para Kandinsky el “énfasis espontáneo en una curva libre” es la más compleja y dinámica de todas las formas abstractas: es al mismo tiempo movimiento libre y una línea estructurada, es decir, inextricablemente geométrica e impulsiva. La línea espontánea de Ridruejo, curveando por aquí y por allá, girando por y sobre sí misma, es de hecho un nudo gordiano, el tipo de nudo que podemos ver en The Tie (La corbata) y Gordian. Cuando ella corta el nudo gordiano, la cuerda se precipita en el espacio, aparentemente proliferando de forma interminable, pero permanece contenida en un espacio finito, ya sea el espacio plano del lienzo o, tridimensionalizada en una escultura, plataforma en la que descansa. En ocasiones, de forma inesperada, Ridruejo construye estructuras en apariencia sencillas, algunas como garabatos espontáneos, otras geométricamente estructuradas, con una base circular montada por una forma oblonga, a veces doblada en el centro sugiriendo una especie de forma abstracta, pero el hecho en el que quiero incidir es que, al igual que sus cuerdas “libremente erguidas”, también están compuestas de líneas, menos gruesas y más controladas, pero también curvas en movimiento. Son transparentes –vacío estructurado, por así decirlo– mientras muchas de las cuerdas se amontonan, ocupando espacio, pero en las pinturas están invariablemente colocadas en espacio vacío, aunque oceánicas y ricas en asociaciones emocionales, como el título indica. Algunos sugieren que se trata de las curvas del cuerpo femenino, y los nudos gordianos evocan que se ha convertido en un problema, ampliamente feminista así como psicológico –sugiere conflicto interno– pero las curvas se abstraen en autonomía estética, señalando que son instintos “sublimados”, tan agresivos como eróticos.
 
Muchas de las cuerdas también están intensamente coloreadas, sumando al drama del cuadro o la escultura. Mientras que los colores son indudablemente evocativos, sus tonalidades y luminosidades son más abstractas. De nuevo, Kandinsky nos recuerda que los colores, al igual que las líneas, son inherentemente dinámicos, y se vuelven aún más dinámicos mediante el contraste entre ellos. Existe una diferencia entre una “mezcla óptica” de colores y una “dinámica”, la primera aviva, la otra amortigua. Según Kandinsky, el movimiento óptico del amarillo al naranja es “excéntrico”, el movimiento óptico del azul al violeta es “concéntrico”. Lo que es reseñable a cerca de los cuadros de Ridruejo es que tienden a permanecer en los extremos –azul, a veces destiñéndose hacia una luminosidad vacilante, o amarillo y naranja, a veces sombrío, más a menudo brillante. Pero en un cuadro cuerdas amarillas y naranjas se retuercen juntas, con una cuerda de azul claro entre ellas, todas colocadas sobre un campo azul, con una franja luminosa sobre las cuerdas. De repente nos damos cuenta de que nos encontramos ante una variación ingeniosa de una pintura de Rothko, con sus planos de color luminosamente matizados, con algunos de los planos irónicamente tridimensionalizados en cuerdas. Representación y abstracción van unidas, como si se tratase de un nudo gordiano. Los innovadores cuadros de cuerdas de Ridruejo evocan el problema irresoluble entre la abstracción y la representación. Pero sus esculturas de cuerda parecen resolverlo, porque las cuerdas están pintadas, pero de nuevo aprietan el nudo, las cuerdas son en efecto gestos pictóricos, representaciones esculturales de cuadros de expresionismo abstracto, confirmando que una representación es siempre de forma simultánea una abstracción y viceversa. Los cuadros de Ridruejo son una nueva declaración del dilema implícito en el arte modernista, por no decir la duplicidad de todas las cosas. El mensaje de Ridruejo es que el nudo gordiano nunca puede ser cortado. Incluso cuando lo es se convierte en un enredo de contradicciones.

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